Tiempos de definición que demandan prudencia
- La persistencia inflacionaria global se contradice con la expectativa de relajamiento monetario en 2023. La transitoriedad de la alta inflación en los países centrales sigue siendo la visión mayormente aceptada, pero la presión en precios originada en las tensiones de oferta luce bastante resiliente. Los bancos centrales han conservado su credibilidad, a juzgar por el comportamiento de los mercados laborales y las expectativas de precios y tasas. Sin embargo, la posible desilusión de nuevos números inflacionarios es un riesgo al alza para las tasas de interés.
- Las perspectivas del mercado accionario tampoco parecen consistentes con el sendero esperado de tasas. Hoy el mercado financiero anticipa una Fed que comienza a reducir su tasa de referencia tan pronto como en enero del año próximo. Luego de tocar un máximo de 3.40%, o por debajo de la inflación promedio proyectada para todo el año 2023 en EEUU. Tal percepción es sólo consistente con una fuerte caída en la actividad económica en los próximos meses, para nada reflejada en las proyecciones actuales de ganancias corporativas para los años por venir.
- La aparente disociación entre mercados financieros sólo puede presagiar alguna contingencia, exigiendo cautela extrema. La realidad futura probablemente sea una combinación de los escenarios esperados, con un sesgo a mostrar tasas más altas y una recesión más pronunciada. Eventualmente, todo se definirá en la curva de rendimientos resultante. Como fuera señalado repetidamente, fuerzas estructurales empujan las tasas largas hacia abajo. Sin embargo, ¿las mismas pueden evitar un período de tasas reales positivas, al menos temporariamente? Ante una perspectiva tan incierta, todavía no se vislumbra un activo suficientemente robusto para protegerse y ganar algo de retorno. El uso activo de coberturas y opciones pareciera seguir siendo la estrategia recomendable, especialmente si se quisiera asumir algo de riesgo.
- Argentina, en un peligroso limbo. Los cambios de ministros de economía han confirmado que el problema no es de nombres sino de políticas. El exceso de pesos existente, exacerbado por la corrida reciente contra los bonos del Tesoro, no deja otra alternativa que ajustar el fisco para anclar la nominalidad de la economía. Tamaña reacción pareciera ser inaceptable para la coalición de gobierno, posiblemente sin entender los riesgos de seguir procrastinando o esperando que la inflación haga el trabajo indeseado. En este contexto, medidas cambiarias o monetarias en soledad pueden constituirse en los mismos dinamizadores de una mayor aceleración inflacionaria con final incierto.